Yo-yo
Soy incluso más pequeña que mi corazón manipulador, que da vuelta los asuntos para que terminen siempre a favor, mio, suyo, nuestro, de ella, de él y de aquel. Complacer es entonces para todos, es otro modo que tiene el cariño de mostrarse gentil, como un niño, frente al acomodo y la rotación de los días, circulando por las curvas frías del tiempo.
Soy también más pequeña que una gota, que se muere en el instante en que choca contra el suelo, sin tener ningún señuelo para ocultar su gran tragedia, sonriente, como vendedor de feria que oferta hasta lo que no está en venta, esperando siempre atraer compradores que con dinero mitiguen los dolores de la renta no cobrada, perdonada, no olvidada.
Soy más grande que el cobarde que huyó colgándose en una rama, el que traicionó su propio amor traicionando su cama, soy más grande que la madre drogadicta cuando en la noche a sus hijos dicta conseguir más droga, y soy más grande que quien boga con mentiras que se alimentan de ilusiones y atormentan con lúgubres canciones que casi siempre terminan en tragedia, soy la luna a medias, escondida a la vista aunque siempre está lista para ser encontrada por alguna que otra mirada desesperada, alguien que observa, alguien que calla, alguien que llora, siempre buscando a alguien que vaya de ida en algún laberinto sin el hilo atado al dedo para encontrar la salida, sin intenciones de preparar alguna embestida.
Vuelvo a ser entonces más pequeña que mi corazón manipulador, que entreteje laberintos un tanto distintos de lo convencional para que nadie termine mal, excepto yo, que juego al yo-yo una y otra vez. Yo-yo arriba y abajo, vuelve sobre el mismo hilo mil veces sin ningún atajo, entonces entiendo la vida, mi hilar en mi obrar, las gotas, las ferias, las curvas y las tragedias. Se siente en el tiempo entonces un solo tajo, y es que simplemente soy "yo" cuando subo, "yo" cuando bajo.
Soy también más pequeña que una gota, que se muere en el instante en que choca contra el suelo, sin tener ningún señuelo para ocultar su gran tragedia, sonriente, como vendedor de feria que oferta hasta lo que no está en venta, esperando siempre atraer compradores que con dinero mitiguen los dolores de la renta no cobrada, perdonada, no olvidada.
Soy más grande que el cobarde que huyó colgándose en una rama, el que traicionó su propio amor traicionando su cama, soy más grande que la madre drogadicta cuando en la noche a sus hijos dicta conseguir más droga, y soy más grande que quien boga con mentiras que se alimentan de ilusiones y atormentan con lúgubres canciones que casi siempre terminan en tragedia, soy la luna a medias, escondida a la vista aunque siempre está lista para ser encontrada por alguna que otra mirada desesperada, alguien que observa, alguien que calla, alguien que llora, siempre buscando a alguien que vaya de ida en algún laberinto sin el hilo atado al dedo para encontrar la salida, sin intenciones de preparar alguna embestida.
Vuelvo a ser entonces más pequeña que mi corazón manipulador, que entreteje laberintos un tanto distintos de lo convencional para que nadie termine mal, excepto yo, que juego al yo-yo una y otra vez. Yo-yo arriba y abajo, vuelve sobre el mismo hilo mil veces sin ningún atajo, entonces entiendo la vida, mi hilar en mi obrar, las gotas, las ferias, las curvas y las tragedias. Se siente en el tiempo entonces un solo tajo, y es que simplemente soy "yo" cuando subo, "yo" cuando bajo.
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