Tiempo
Una mañana gris de lluvia un hombre sacó de una mochila un paraguas, lo abrió y cubrió con él su costoso traje, sin embargo no pudo evitar que sus zapatos recién lustrados se mancharan con barro. A pocos metros de su hogar tomó un taxi hasta la avenida principal de la ciudad, durante el camino subió cuidadosamente varias veces el puño de su manga para observar un elegante reloj de oro, sus ojos se movían una y otra vez a la velocidad de las manecillas de diamantes, una expresión en su cara indicó que estaba retrasado. Una vez más en su vida tuvo todo lo que siempre imaginó, excepto tiempo. Qué ironía que este no se pueda comprar ni con todo el dinero del mundo, los días lo atraparon corriendo de un lugar a otro sin comprender que en cada pisada que dejaba un instante se desplazaba consigo, estresado, preocupado, de mal humor. Y es que incluso en el momento en que se paren todos los relojes del mundo, el tiempo igualmente seguirá avanzando aunque nadie lo pueda perseguir. No se escapa, simplemente se mantiene corriendo y quienes saben comprender esto son quienes pueden también correr a su lado, el tiempo es lo único que se mantiene aunque todo lo demás cese.
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