Nocturno
Se hizo de noche y no he vuelto a casa, sé que no me espera un abrazo, ni un beso, ni siquiera el café de mi taza. Sigo atrapada en el tráfico de la ciudad, comenzó a llover y hace mucho frío, quizá no tanto pero traigo mangas cortas, sin campera y la lluvia cala los huesos.
Debajo del cielo nublado se esconde una risa que se escapa de vez en cuando, haciendo piruetas se aleja danzando y se muestra fugaz mientras deja un destello de luces blancas. Suena en el aire una melodía diferente, algo tímida y elocuente que invita al mundo a no girar, se detiene el tiempo, no corre viento y sin embargo todo alrededor sigue igual.
La noche avanza de nuevo interrumpida por el sonido de la muchedumbre, se escuchan truenos y las nubes se divisan grises, hay paraguas negros que caminan como de costumbre. Las veredas inundadas han sido abandonadas por los perros sin hogar, una noche más varados en la miseria, en la pobreza, en la soledad sin más compañía que la luna, esa eterna oyente que conoce hasta los pensamientos del más cuerdo y el más demente de esta ciudad.
Resuena de nuevo un dulce sonido que es inquietante e inquieto, va de aquí para allá haciendo subir y bajar al corazón, hace pensar a la mente qué clase de obra es la que está en cuestión. Quizá el oído no ha oído nada y todo es una construcción de la memoria que está jugando una mala pasada, quizá es nostalgia de una voz que está perdida o de música de pestañas que al parpadear tienen el poder de provocar una pieza de arte maestra, tal parece que estás dirigiendo la orquesta con una sola mano tendida. Chopin dice que tus nocturnos quedaron a la medida.
Debajo del cielo nublado se esconde una risa que se escapa de vez en cuando, haciendo piruetas se aleja danzando y se muestra fugaz mientras deja un destello de luces blancas. Suena en el aire una melodía diferente, algo tímida y elocuente que invita al mundo a no girar, se detiene el tiempo, no corre viento y sin embargo todo alrededor sigue igual.
La noche avanza de nuevo interrumpida por el sonido de la muchedumbre, se escuchan truenos y las nubes se divisan grises, hay paraguas negros que caminan como de costumbre. Las veredas inundadas han sido abandonadas por los perros sin hogar, una noche más varados en la miseria, en la pobreza, en la soledad sin más compañía que la luna, esa eterna oyente que conoce hasta los pensamientos del más cuerdo y el más demente de esta ciudad.
Resuena de nuevo un dulce sonido que es inquietante e inquieto, va de aquí para allá haciendo subir y bajar al corazón, hace pensar a la mente qué clase de obra es la que está en cuestión. Quizá el oído no ha oído nada y todo es una construcción de la memoria que está jugando una mala pasada, quizá es nostalgia de una voz que está perdida o de música de pestañas que al parpadear tienen el poder de provocar una pieza de arte maestra, tal parece que estás dirigiendo la orquesta con una sola mano tendida. Chopin dice que tus nocturnos quedaron a la medida.
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