La fuente

Hoy arrojo la última moneda a la fuente y deseo con la frente bien en alto que consigas todo lo que andás buscando, que te pierdas y te encuentres, que te detengas y observes a tu alrededor, dónde estás, a quiénes tenés y el tamaño de tu corazón. Que tus ojos no se pierdan de noche, que vuelvas a casa siguiendo la luna en vez de que ella te siga a vos, que no la dejes entrar, que le digas que no la necesitás en tu hogar. Deseo también que te aplaudan después de hablar, que inspires sonrisas y no andes con prisas de adulto aburrido, que puedas volver a ser niño sin tener que abandonar la barba, que te des cuenta que hablando se canta la verdad más verdadera, que no te confinen a listas de espera y que no desesperes de tanto esperar.
Deseo que seas justo y prudente, que te cruces con buena gente y aprendas a valorar lo que realmente importa, que llegues a la cima pero no sin escalar, que busques y no encuentres, que encuentres cuando no busques, que no planees cada minuto que te queda por delante, deseo que te sorprendas en cada nuevo instante, que todo fluya y encuentres una ciudad que sea tuya, que tu nombre resuene y tu día no tenga amargura, que encuentres un amor que esté a tu altura, que le des el corazón y te rompas, que ya no persigas a muchachas tontas. Deseo que te reconstruyas después de cada caída, que no elijas el camino de la huída, que el fracaso no sea un enemigo que te atonte ni te gane el paso, que de vez en cuando le tiendas a alguien un brazo.
La fuente rebalsa de metal, la gente ya no lo roba, ya le da igual, fue la última moneda que quedaba en mi bolsillo, se ahogó mientras sonaba el estribillo de tu canción favorita.
El disco rayado dice que no quiere que se repita.

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