Niévame

Durante el día me nievan tus pecas. Me quedo inmóvil dejándome abrasar por cada pequeño fueguito que me incendia sin consumirme. Caen despacio, con suavidad, como si evitaran estrellarse en mis brazos y prefirieran rozar mis dedos que tantas veces se perdieron contándolas. Las escucho, me susurran cosas, conversan entre ellas, algunas se ríen —tal vez de mí—, otras bostezan, otras simplemente caen por inercia. Cuánto me gusta sentirlas, cuánto me gustan.
Nube, cuando tus copos de nieve cesan, el silencio se instala encontrándome desarmada. Cae la tarde, llega la noche, miro las estrellas y me parecen tan ajenas, tan lejanas a mis ojos que suplican no ser fugaces. Una de tus dulces brisas sopla mis párpados con suavidad y pone a un grillo a cantar que me abrazas, lejano, en la oscuridad.
Cuando amanezca me seguirás nevando, sin frío.

Comentarios

Entradas populares