Llueve

Todo sigue igual que la semana pasada pero los atajos para llegar a casa cambiaron y en vez del asfalto estoy volviendo por las piedras. A lo lejos alguien llora, no logré descifrar si de tristeza o alegría. Por hoy se acabaron las melodías. 
Queda poca gente en las calles y no llamaste aún, se me deshizo el moño del cuello, a esta altura de la vida ya no hay nudos simples, eso es para principiantes. Mi paraguas se quedó en algún café. O en el bar de la esquina, hay asuntos que ya no recuerdo. Más bien elijo no recordar.
Empiezan a caer las gotas, una, dos y tres, y de repente son cientos, miles, un sin fin de gotas de lluvia bajando por mis mejillas y confluyendo en mi boca. O a caso son lágrimas?
Desde hace días no siento el sabor de las cosas.
Mamá dice que antes era dulce y ahora soy amarga. Las personas no tienen sabor.  Bueno, quizás algunas si. Yo tengo gusto a derrota.
Sigue lloviendo y las luces de la ciudad se pierden en la tormenta, los autos avanzan más rápido y la gente busca un techo. Sigo parada en el mismo lugar. Siempre espero lo que sé que no va a llegar. Llueve. Y entonces para. Y vuelve a llover.

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