Fantasma


A veces siento que no pertenezco a mi entorno, que nací en un pueblo al que no veo mío. Entre tantos ojos muertos dos luceros me envolvieron, cien pestañas infinitas me sonrieron arqueándose al compás de una risueña danza. Fue cuando entendí que no había prisa por tener todo lo que siempre había querido, y es que en esos dientes comprendí que toda la dicha se puede tener. 

En el tiempo que enredé mis manos en sus cabellos y jugué con cada lunar de su pecho sentí que en realidad pertenecía al lugar en el que estaba parada. Sabía que mis pies volaban y había dos brazos que me rodeaban, me hacían sentir en casa, me reconfortaban.

Luego llovió. Y agradezco también todo eso que no fuimos ni perseguimos cuando se escapó. Estaba destinada a conocerte y también a perderte.

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