Conocidos, tal vez
En el silencio que provocaban sus ojos tristes había mucho ruido, caminaba lento pero con pasos largos que parecían pesarle. Se le notaba en la cara, en las muecas de incomodidad, en la mirada cabizbaja.
Llevaba las mangas de su abrigo rotas y sus manos daban la impresión de estar siempre frías, buscando con desesperación algo que desenredar, o enredar. Nunca fuimos amigos. Conocidos, tal vez.
Me gustaba que le gustara la sangría francesa y escribir poemas de vez en cuando, los mejores tenían un no se qué, algo de otros y no de mí. A veces llovía y me buscaba para bailar una canción lenta, leer un cuento o inventarlo. Siempre corto, nunca rebuscado.
La precisión de sus palabras limaba las asperezas de las mías, estábamos en perfecta sintonía para componer una canción de tres minutos que sonara en bucle. Hubiera quedado bien un silencio en el medio.
Hicimos rimas como las de un par de manos de un hombre ciego descubriendo el mundo por primera vez.
Llevaba las mangas de su abrigo rotas y sus manos daban la impresión de estar siempre frías, buscando con desesperación algo que desenredar, o enredar. Nunca fuimos amigos. Conocidos, tal vez.
Me gustaba que le gustara la sangría francesa y escribir poemas de vez en cuando, los mejores tenían un no se qué, algo de otros y no de mí. A veces llovía y me buscaba para bailar una canción lenta, leer un cuento o inventarlo. Siempre corto, nunca rebuscado.
La precisión de sus palabras limaba las asperezas de las mías, estábamos en perfecta sintonía para componer una canción de tres minutos que sonara en bucle. Hubiera quedado bien un silencio en el medio.
Hicimos rimas como las de un par de manos de un hombre ciego descubriendo el mundo por primera vez.
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