Las vueltas del carrusel

Me sigo mirando al espejo esperando ver mi reflejo, pero solo encuentro tus ojos en los míos, tus manos en mi pelo y un atisbo de miedo en mi postura que dice "hoy tampoco vas a tocar el cielo". Y me atormenta tu voz lejana que parece resonar a la vuelta de la esquina. A la vuelta, siempre allá, para hoy y también para mañana. Me murmuras al oído que me faltaron agallas para volar más alto tu barrilete blanco y con la piel erizada comienzo a peinar mi cabello con los dedos, entrelazando los tuyos, entonces desapareces y apareces nuevamente en la canción que está sonando.
Demasiadas veces, demasiado fue muy poco y muy poco fue suficiente, las vueltas en el carrusel solo sirvieron para confundirnos y seguir encantándonos mientras usábamos las miradas como varitas mágicas que nunca dejaban de moverse. Se cayeron algunas pestañas y pedimos tantos deseos que olvidamos lo que realmente era desear algo.
Cuando comenzó la temporada de contar mariposas contaste solo a las monarcas y yo que odiaba el anaranjado aprendí a amar todos los colores, incluso los tuyos. Abrazarte se sentía como una paleta de tonos verdes y verte llorar se parecía mucho al azul. Aún tengo los pinceles que me diste para mi cumpleaños y el libro de instrucciones que ya sabes lo que dicen.
Siempre quise instrucciones para morir, de esas hacen falta, porque después de tantas muertes aún no sé cómo hacerlo. Lo que si sé es que después de la muerte el mármol seguirá siendo fuerte y frío, los espejos estarán sucios y los caballos del carrusel cambiarán de lugar, pero seguirán girando una y otra vez al compás de la misma canción: tu risa.
Después de la muerte vendrá el recuerdo de la vida, la que vivimos y la que dirán que lo hicimos. Tengo miedo de perderte y por eso es que ni siquiera te tengo, pero si le das un giro a mi suerte quizá no intente hacer que te vayas tan pronto de nuevo.
La próxima vez que me mire al espejo vas a estar a mi lado y no en mi, vamos a escribir instrucciones para ser feliz.